La nona de mi amiga Gigi le decía: la vita non é giusto. Y le concedo toda la razón a esa gran mujer que ha apagado las velitas del pastel durante cien años consecutivos y contando. Qué gran tesoro de vida, experiencias y amor tiene en su corazón, además de ser el motivo y la razón de unir a toda la familia cada año. Ser la matriarca de una numerosa prole en esta época de desapego y poco compromiso me inspira a escribir su nombre en mi libreta ecológica forrada de satín rojo con listón dorado, donde escribo nombres de mujeres que yo admiro a lo largo de leer y aprender más sobre historia universal, una de mis pasiones. Y eso me lleva a pensar acerca de qué tipo de mujer sería para los que me conocen en especial para mis hijos. ¿Seré recordada en algunos años y me pondrán un altar de muertos? O vagaré con las almas olvidadas para nunca más volver, mientras soy testigo de mi propio desvanecimiento en la memoria de todos y de nadie con los que coincidí en un tiempo y espacio donde la ignorancia y la ceguera son autoridad suprema.
Me reconozco y abrazo hoy como una mujer fuerte, sobreviviente de muchas batallas desde los primeros pasos ya sin ayuda de una mano y controlando mi propio peso con mis piernas para lograr el equilibrio correcto sobre un pie y así dar el siguiente paso, uno a uno hasta llegar a los fuertes brazos extendidos de mi padre que me animaba con sonrisas y palabras de emoción como si fuera a llegar en primero a completar una carrera de obstáculos. O cuando logré dejar el plato limpio de la abundante comida que preparaban en casa y no solo eso sino terminar y poder levantarme antes de la merienda. Qué suerte que ya hoy podamos comer solo lo que queramos y podamos, sin sentirnos pavos pre navideños llenitos de castañas y vino. Y poco a poco fui superando pruebas de sobrevivencia con las monjas de la escuela donde finalmente entendí el verdadero significado de la memoria, síntesis y disciplina era para alcanzar el cuadro de honor o la participación en la escolta de las fechas cívicas. Pero todo empezó a ponerse más de color hormiga cuando empecé a sentir que no pertenecía del todo a algunos grupos de personas como por ejemplo los que vivían en la colonia del cole pues nunca entendí porque tenía que vivir a dos horas de distancia, otros eran demasiado liberales y ya tomaban y fumaban, otros ya habían tenido varios novios y sabían la clasificación de los besos por estilos y nacionalidades y también estaban los very plus o bien hechos que más bien parecían muñequitos de sololoy blancos, rubios y muy chapeados. El keke era irse adaptando para ir perteneciendo o tomar el riesgo de ser auténtico validando tus talentos y en una de esas ser modelo inspirador para otros. Sin embargo, es aún más difícil sobresalir cuando desde casa han trabajado por hacerte sentir subnormal hasta que tú mismo te lo crees y por ende ni tú mismo conoces tus alcances y límites, hasta que la vida de ubica en otro escenario con el papel principal y sin diálogo escrito o telepromter. En ese caso solo nos queda decir: vida esto es lo que soy y lo que tengo y ¡ahí te voy! Lo que sí es un hecho inamovible es que nadie te enseña a ser madre, esposa, compañera, amante o cocinera. Ese arte solo se aprende a base de ensayo y error o a través de la imitación. Solo que muchas veces tomamos modelos que sirven pero no necesariamente son adecuados en estos tiempos.
Aquí termino diciendo: queridos todos, soy lo que soy y si hice algo que no estuvo al alcance de tus expectativas lo siento mucho y te garantizo que no actué ni con dolo ni con alevosía sino con el único impulso de dar lo mejor de mí.
Los amo y los amaré hasta el último aliento de vida.